Disqueras, disqueros

. 28/1/09

Se ha puesto de moda el término "disqueras" para referirse a las compañías discográficas. Lo mismo que "disqueros" para hablar de las personas que trabajan en dichas compañías. Creo que la moda la ha impuesto un crítico veterano y enquistado que no para de escribirla. Y el resto dice amén. No niego que en mis veinte años en este tinglado la haya escuchado antes de manera aislada, pero no con la reiteración de los últimos meses (¿un par de años?), suficiente como para llegar a la conclusión de que es un término de moda.

El "palabro" viene de algún país latino. En México, por ejemplo, en vez de "conducir" dicen "manejar", y en lugar de "beber" pronuncian "tomar". Es gracioso cuando ves algún cartel de la campaña "si tomas no manejes". Entras en un restaurante, te preguntan qué quieres tomar, les dices que un burrito y te miran extrañados (¿un burrito para "tomar"?). Luego te acostumbras: cuando entras en un bar, pides algo de tomar. Cuando vuelves, pides algo de beber. No cuesta tanto. En la diversidad está la riqueza, ¿no? Puede que algún día aquí también evitemos "tomar" en las cenas no vaya a ser que tengamos algún problema al "manejar". De momento, las compañías discográficas ya han pasado a ser "disqueras". Desconozco si su libro de estilo lo admite, pero aparece escrito en sus páginas día sí, día no. Es oficial.

Curiosamente, en los setenta y ochenta, en España las empresas que se dedicaban a grabar, producir y distribuir material fonográfico eran conocidas como "casas de discos". Había "casas de putas" y "casas de discos". Sonaba entrañable: era el "hogar" de los artistas. En realidad era una patochada tremenda (y una incongruencia: eran más un prostíbulo que un hogar para los afligidos músicos), y por suerte desde finales de los ochenta cobró fuerza la denominación correcta: "compañías discográficas". Sin ambages, metáforas o medias tintas.

En cambio, "disqueras", además de fonéticamente irritante (me suena a "moteros", "foteros": ese argot chulesco y macarra para referirse a motoristas y fotógrafos) es un término bastante impreciso: ¿son disqueras las compañías discográficas, las tiendas de discos... o acaso las dependientas de estas tiendas? ¿Es disquero el ejecutivo de la discográfica o el dueño de una de las pocas tiendas que quedan? ¿O lo es, por qué no, el apasionado de los discos (puesto que de manera equivalente define la RAE a "motero"? Que yo sepa, Kawasaki no es una "motera", ni Nikon una "fotera". Pero quieren hacernos comulgar con que Universal es una "disquera".

La RAE recoge "disquera", en efecto, pero como vocablo utilizado en Cuba y Venezuela. En cambio, para "compañía" ("sociedad o junta de varias personas unidas para un mismo fin, frecuentemente mercantil") y "discográfica" ("perteneciente o relativo al disco o a la discografía") no antepone límites geográficos. Ya metidos en harina (musical), de hecho, hablar de "compañía" o "discográfica" por separado cobra pleno significado: es perfectamente divisible. A ver, no me opongo a "disquera" porque sea un término usado en Venezuela, sino porque es defectuoso y feo y no debe arrinconar a la denominación correcta.

Me pregunto el porqué de esta perversión. Quizá no es más que un giro "cool", molón, como cuando Bunbury hablaba con acento mexicano entre canción y canción. Decididamente, rompo una lanza por "compañía discográfica": complejo, divisible, con sólo tres vocales a pesar de su longitud, una esdrújula que suena de miedo, y, sobre todo, preciso.

Pop francés

. 21/1/09

El pop francés es mejor que el español. En realidad, casi todo lo francés es mejor que lo español. Los franceses visten mejor y beben mejor vino. Sus quesos son mejores. Su champán y su postre de yema tostada están tan ricos que fueron copiados por los catalanes (que rebautizaron como cava y crema "catalana", ahí queda eso); son meras réplicas, como esas camisetas de futbolistas que se venden pero no son oficiales. Los franceses son más educados; estirados, pero educados. Más civilizados, diría. Nosotros nos creemos más listos, elegantes, guapos y cultos, pero sin embargo la expresión "chauvinistas" se la aplicamos a ellos y no a nosotros.

El pop francés, decía, es bastante mejor que el español. No me detengo ahora en la "chanson", en su potente escena hip hop o en sus excelentes grupos indies. El pop comercial, el que suena en la radio, el que acapara las listas, es tremendamente superior a lo que se hace aquí. Aquí tenemos a Nena Daconte y allí tienen a veinte grupos como Nena Daconte, todos triunfando (aunque es un mal ejemplo porque allí son muy de solistas).

En mi última visita a París me acerqué al Boulevard St. Michel, donde conozco un par de tiendas de discos de ocasión. Compré creo que unos 15 cds. Algunos los iba buscando (los nuevos de Camille y Raphael, así como sus directos, para completar su discografía) y otros simplemente los compré siguiendo el infalible instinto del comprador de discos. O lo que es lo mismo: por la portada. Comprar discos por la portada no es nada deshonroso: se supone que una buena portada debe reflejar la música que guarda dentro. Y funcionó: Rose, que en la foto parecía una bucólica cantautora country-folk, es de hecho una bucólica cantautora country-folk (con muy buenas canciones, además). Y Superbus, que parecían en la carátula un grupo desmadrado y superficial entre No Doubt y Aqua, eso es exactamente lo que son. Lo mismo sucedió con Adrienne Pauly, que desde su portada prometía maneras más rockeras (como efectivamente resultó).

Enlace
Durante un desayuno, en un concurrido local repleto de viejos que pasaban de su café au lait a la cerveza (una tras otra) con pasmosa rapidez, sonaba de fondo un fantástico disco, muy francés, acústico y arrabalero. El amable chico de la barra, haciendo un encomiable esfuerzo por pronunciar algunas palabras en español, me indicó que se trataba de Chamboultou, del veterano grupo Les Tètes Raides (1998). En cuanto pude me escapé a la FNAC de Les Halles a pillarlo (7 euritos).


Pero el disco que más me sorprendió fue el de Monsieur Clément, un cantautor pop con pinta de trabajar cocinando omelettes en un bar de mala muerte, pero con un soberbio primer disco titulado con su nombre (publicado en 2005). No es más que música pop, pero con unas melodías extraordinarias, una voz afeminada muy especial (y unas letras que no tengo ni la más remota idea de lo que hablan). Tras el hallazgo, me he apresurado a comprar en Amazon su segundo disco, último hasta ahora, que salió en octubre de 2007, que espero recibir pronto. Todo un descubrimiento.